Nota de prensa

Libera nuestros corazones

El amor de Dios es “puro e ilimitado”, y Él lo ofrece no porque seamos fuertes, sino porque necesitamos serlo; no porque seamos buenos, sino porque Él es bueno

Muchas personas se sienten solas, deambulando en medio de la noche. Buscan propósito y tratar de sentirse conectadas a los demás; desean amar y ser amadas, quieren ayudar y recibir ayuda, pero a menudo sufren que no merecen ninguna de las dos cosas. Tal vez hayan tenido fracasos, o no hayan cumplido con sus propias expectativas y ajenas.

En el clásico de Víctor Hugo, Los miserables, Jean Valjean es condenado a prisión por robar una hogaza de pan. Tras 19 años, es dejado en libertad, pero debido a sus antecedentes, nadie confía en él y no está dispuesto a recibir empleo ni hospedaje, ni siquiera una palabra de afecto. Descorazonado, llega a una catedral, donde se le ofrece comida y un lugar donde dormir.

Esa noche, Valjean se marcha con unos cuantos objetos de plata de la iglesia y es detenido por la policía. Los oficiales lo llevan a rastras a la catedral, donde, para sorpresa de todos —especialmente de Valjean— el clérigo indica que él había recuperado todo lo que el hombre y quién quería que también se llevara los candeleros. La policía se marcha y el clérigo le pide a Valjean que use el regalo para volverse un hombre honrado. Tal acto de gracia —un regalo que podría tener no merecido— cambia la vida de Valjean para siempre.

¿No nos sentimos nosotros a veces necesitados de una ayuda que quizá no merezcamos? ¿No recibimos favores por los cuales no hemos hecho nada? Todos nos quedamos cortos y necesitamos que se nos perdone. En tales momentos en que tememos que nuestros errores nos hayan privado de sentir paz, podemos volvernos a Dios y hallar lo que el compositor Charles Wesley llama “amor divino, el mayor de todos”. El amor de Dios es “puro e ilimitado”, y Él lo ofrece no porque seamos fuertes, sino porque necesitamos serlo; no porque seamos buenos, sino porque Él es bueno.

Ese tipo de amor parece penetrar con más facilidad el "corazón estremecido", y cuando penetra nuestro corazón y nuestra vida indigna, cambiamos para siempre. Ya no podemos ver a nadie como no merecedor de los dones de la gracia y del amor que estemos en condiciones de ofrecer. Es de este modo en que Dios, como lo afirma Charles Wesley, "libera nuestros corazones".

Fuente: Música y palabras de inspiración.

Nota sobre la Guía de Estilo:Al publicar noticias o reportajes sobre La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tenga a bien utilizar el nombre completo de la Iglesia la primera vez que la mencione. Para más información sobre el uso del nombre de la Iglesia, visite nuestraGuía de estilo.