Nota de prensa

La Obra de Historia Familiar y la Genealogía

Podemos aprender acerca de nuestros antepasados y aumentar nuestro amor por ellos

El 3 de abril de 1836, Elías el profeta se apareció a José Smith y a Oliver Cowdery en el Templo de Kirtland. Les confirió el poder sellador del sacerdocio, haciendo posible que las familias se sellaran por todas las generaciones. Al conferir este poder, cumplió la profecía de que el Señor lo enviaría “para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, y el de los hijos a los padres” (véase D. y C. 110:14–16; véase también Malaquías 4:5–6).

Por medio de la obra de historia familiar, podemos participar en el continuo cumplimiento de esa profecía. También podemos aprender acerca de nuestros antepasados y aumentar nuestro amor por ellos. Los relatos del valor y la fe de ellos serán una fuente de inspiración para nosotros y podremos dejar ese legado a nuestros hijos.

 

Estos son los beneficios duraderos que derivan de la obra de historia familiar, pero no son las razones principales de los grandes esfuerzos que la Iglesia realiza por recopilar registros genealógicos. Todas las labores relacionadas con la historia familiar que se llevan a cabo en la Iglesia se orientan hacia la necesidad de crear “entre los padres y los hijos... un eslabón conexivo” (D. y C. 128:18). Ese eslabón conexivo está formado por el poder del sacerdocio, mediante las sagradas ordenanzas del templo que recibimos por y a favor de nuestros antepasados.

Muchos de los hijos de nuestro Padre Celestial han muerto sin haber tenido la oportunidad de recibir la plenitud del Evangelio y, en Su misericordia e infinito amor, el Señor ha preparado el camino para que ellos obtengan un testimonio del Evangelio y reciban las ordenanzas salvadoras del sacerdocio.

Corresponde a nosotros realizar estas ordenanzas por nuestros antepasados y bendicir a las generaciones pasadas, asi como a la presente y por consiguiente a las futuras generaciones.  El alcance y las bendiciones del evangelio, por lo tanto, son eternas y son muestra del amor que el padre celestial tiene para cada uno de nosotros que somos su hijos.

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